La agricultura argentina tuvo en los últimos 40 años una transformación abrumadora entre principios de la década del ’90 y los comienzos del siglo XXI.

El especialista Emilio Satorre (FAUBA-AACREA) describió: “la agricultura argentina tuvo en los últimos 40 años una transformación abrumadora. Los primeros años de esa transformación transcurrieron entre principios de la década del ’90 y los comienzos del siglo XXI. Cuando esto empezó Argentina sembraba unos 15 millones de hectáreas y producía alrededor de unas 40 millones de toneladas. En los 30 años siguientes esa transformación revolucionó la agricultura en base a la expansión del cultivo de soja y permitió cambios tecnológicos muy importantes, y la superficie sembrada llegó a 36 millones de hectáreas y casi 140 millones de toneladas de producción”.

“Tenemos tecnologías duras y blandas, tecnologías que implican modificaciones en la forma de hacer las cosas, que generaron cambios organizacionales y productivos, y tecnologías que permiten cambiar los procesos, las formas en que las cosas se hacen”, sumó acerca de los cambios tecnológicos. “Tuvimos dos etapas, una primera en la que el cultivo de soja fue el actor dominante y muchas de las tecnologías fueron de la mano de su expansión, y en los últimos 15 años el cultivo de maíz comenzó a ser un actor preponderante, balanceando la estructura de nuestros sistemas productivos”, completó el experto en el marco del Congreso de Maíz Tardío.

Acerca de los cultivos tardíos, planteó: “su rol fue muy importante para generar este proceso de transformación en la agricultura. Los cultivos tardíos permitieron, a través de un cambio en la fecha de siembra, generar que este proceso de expansión permitiera al cultivo de maíz avanzar sobre ambientes que eran menos privilegiados para la agricultura”.

A su juicio los maíces tardíos facilitaron la incorporación de “un actor polifacético, que generó un guion distinto dentro de la obra y permitió generar un tercer papel con los cultivos de maíz de segunda, generando nuevos actores. Tenemos muchos cultivos de maíz ahora que antes no teníamos y todo eso es gracias a la tecnología”.

Citó como ejemplo, la reducción de la densidad de siembra para que las plantas puedan producir más con menos variabilidad, y sobre todo cambios en la genética que accionaron sobre la productividad, más tolerancia a los factores adversos y protección frente a diversas adversidades.

En un párrafo especial Satorre analizó: “El maíz es integrador porque es un cultivo que aúna un montón de actividades. A partir del maíz se desarrolla en Argentina el aporte al sistema energético con energías renovables y la producción de bioetanol, pero sobre todo el maíz es un integrador de actividades dentro de la empresa agropecuaria”. Puntualizando que el maíz “permitió la expansión del sistema ganadero extensivo, en la ganadería de carne vacuna y porcina, la producción aviar, y de la mano del maíz no sólo se rotan cultivos, se conservan recursos del sistema productivo, sino que además se permite el ciclado de nutrientes”.

“La innovación pudo mostrar todo su potencial de la mano del cultivo de maíz. Las primeras innovaciones tecnológicas en el agro, de la mano de la digitalización, llegaron con los sensores remotos, sensores en satélites, que percibían heterogeneidad dentro de los establecimientos productivos. También a través de los monitores de rendimiento y sensores en máquinas cosechadoras se iban detectando diferencias, y así se pasó de producir en áreas supuestamente homogéneas a ambientes homogéneos y eso transformó la agricultura para llegar a la agricultura por ambientes”, explicó Satorre.

Paralelamente consideró que “el maíz es el cultivo que más tecnología tiene en la semilla. La cantidad de eventos apilados que tiene el germoplasma de la semilla de maíz le permite al productor manejar un cultivo con una versatilidad y una seguridad que era impensada años atrás”.

De cara al futuro Satorre consideró: “la agricultura está trabajando en poder incorporar mejoras y cambios en su sistema productivo que permitan reducir o atenuar el impacto de esos procesos de deterioro y exaltar la productividad con un mínimo impacto en el ambiente para que nuestros procesos no sólo produzcan gran cantidad de alimentos, de la mejor calidad, con una agricultura más amigable con el ambiente y que eso contribuya a construir junto con las comunidades rurales y la sociedad”.

Fuente: ON24